La creación es hija de la creencia. Creamos
porque creemos (que la creación es posible, que el mundo puede ser mejor, que
tenemos el potencial para hacerlo, que más allá de la incomprensión de muchos
hacer algo diferente es valioso…).
Pero también creemos porque creamos. Siempre es una situación de extrañamiento
pararse a contemplar lo que salió de las propias manos. No por genial o
despreciable… sino porque ES PROPIO, y es diferente de uno.
La obra no es uno, pero porta nuestro SER.
A la vez, uno ES a través de lo que hace.
Entonces haber creado nos motiva a creer.
Por más pequeña que sea nuestra creación.
Una pintura, una palabra, una caricia, un
gesto… son uno y a la vez son la flecha arrojada, lo que ya está fuera de
nuestro control. Es la humanidad dejando huellas. Marcando senderos que serán
picadas en lo desconocido para que otros también caminen.
EMANAMOS, diría Perls. Exactamente.
Emanamos lo que somos. Exudamos ser. Y
lo multiplicamos, lo vivimos y somos vividos en el hecho de crear.
El devenir de la vida se expresa a través
nuestro. Lo que hacemos son actos en circunstancias… escribimos la historia en
cada mirada…
Si vamos hacia delante, creamos y creemos.
Simultáneamente. Simultáneos con la vida misma.