5 may 2012
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No entienden nada.
Es lo primero que pensé.
Quizás nunca sintieron la angustia. Seguro que no.
Y si la sintieron, nunca la codificaron para compartirla (y así diluirla).
Edward, todo entrañas, ya ni podía pensar cuando pintó el cuadro.
Insomne, tan en contacto con sus sentimientos más íntimos, solo pintaba.
Y nos dejó un regalo infinito.
Un regalo que traspasó los muros más sólidos.
Que liberó las mentes y las almas de los más encerrados, de los más sufrientes.
Y, extasiados, lo contemplamos mucho.
Y pensamos en Kafka y sus guardianes. En Sábato y sus túneles.
Y en Noruega. Y en la Alemania más cruda de "El Puente".
Pasaron unos minutos y no pude pensar en Bauhaus. Tampoco en Le Corbusier ni en Picasso.
Porque Edward gritaba.
Los "especialistas" de Sotheby´s dicen que la cifra es esa.
Un número en dólares de 9 cifras.
Dicen que, arriba, en ese momento en que bajó el martillo,Vincent le dio un gran abrazo a Munch.
Y no era una felicitación.
Era sólo un compartir lo que es la vida.