25 abr 2011

autorretratoLapiz














Llevo un lapiz conmigo. Sirve para escribir, anotar, bosquejar, dibujar.
Tiene precision (es un 0,5 mm mecanico) y se deja corregir. De hecho trae goma.
Puedo volcar mis ideas con el. Puedo esbozar las imagenes que pueblan mi mente.
Puedo comenzar a bajar a la materia los contenidos del Espiritu.
Numero con el, señalo, marco libros con notas. Siempre leo con el lapiz en la mano.
Me permite (hacedor de mi Hilo de Ariadna personal) recorrer los caminos andados en sentido inverso rescatando aquellas palabras que marcaron mi alma. Incluso despues de años.
Tengo dos metros lineales de libros en mi estante personal. Y tengo una teoria: en dos metros lineales entran los libros principales de la vida de un hombre.
Todos ellos tienen marcas de mi lapiz.
Mi lapiz es preciso. Es el tataranieto de los lapices de mi infancia.
En algun momento descubri que la concentracion que consigo dibujando con lapiz no la consigo con casi ninguna otra actividad. Y cuando el lapiz es muy fino, mejor. Siempre me gustaron los lapices. Tienen algo de noble.
Y son los que me permiten crear embriones de obras. Y de palabras.
Las palabras con las que digo el mundo, las cosas, las personas que me rodean, la vida.
No es poca cosa.